Murallas de hielo

«Donde reina el amor, sobran las leyes», Platón

Juan Ángel Martínez
3 min readFeb 28, 2022
Marc, David y yo en 2001

El amor, ese sentimiento tan complejo e irresistible. Todos deseamos amar y ser amados, pero nadie quiere experimentar el mal de amores. Como el que busca las soluciones en las páginas finales. Fallar y fracasar forma parte del aprendizaje, aunque cueste aceptarlo. Amar es digno de valientes. Al igual que llorar, abrazar o besar. Mostrarse sentimentalmente siempre honra el alma. Sin embargo, en una vida tan compleja como la nuestra, todo parece escrito por la misma pluma. Aquella persona que se atreva a juzgar lo predeterminado por la sociedad tiene las de perder. El ojo que todo lo ve es aquel que dicta sentencia en las calles, aquel que talla en piedra el cómo y el porqué.

Una persona que ya no está me enseñó que el lenguaje del amor tiene muchos dialectos. El corazón es la fuente que proporciona el sentimiento más importante de todos. Nuestra mente es la que intenta controlar los fluidos de esa emoción, como si se tratase de una depuradora. Nosotros, eso sí, decidimos cómo hablar el lenguaje más común del mundo. Dicen que el amor no se demuestra con palabras, sino con hechos. Quizá porque las palabras se esfuman como la niebla, mientras que los hechos son consistentes, tienen peso y fuerza. No obstante, nadie tiene la potestad de clasificar el idioma del amor. A veces un silencio es igual de gratificante que un te quiero. Una mirada cómplice, una sonrisa o una mísera carcajada. ¿Qué podemos hacer frente a las conexiones que genera el destino? Yo propongo frenarnos y observar. Observar como, según la idiosincrasia de cada uno, el amor es distinto. Observar atentamente como el tiempo forja a las personas, las amolda y las prepara para dejar huella. Nuestras corazas solo son un fruto más de nuestras vivencias. Intentar destruir el escudo que protege el corazón ajeno es contraproducente. Acabar con la frialdad de algunos puede derivar en un alejamiento. Y cuando te alejas de lo que quieres es cuando, realmente, encuentras su valor. Pero ahí ya es tarde. Cuando tus dedos no pueden comprobar que sueñas con los ojos abiertos es cuando, precisamente, sueñas en poder volver atrás. Pero ya no puedes. Te das cuenta de que una persona se curte a base de caídas. Te percatas de que el amor, idioma incondicional para todos, tiene distintas maneras de trabajar. Depende del tiempo y de la vida, dos factores que se odian eternamente, pero que no pueden vivir el uno sin el otro. Lo único que queda, al final, es la sinceridad y la pureza con la que se actúe. Si quieres, ama. Pero no intentes comprenderlo. El amor es demasiado complejo como para analizarlo. Nosotros, los humanos, solo somos esclavos del día a día esperando que, en algún momento, el amor nos quite las cadenas. Antes, por supuesto, de que llegue la muerte para ponerle punto y final a la vida.

--

--